jueves, 9 de noviembre de 2017

LOS GRANDES IDEALES.

De mis años en que viví en los Grandes Ideales me quedan unos recuerdos  que me han vuelto muy escéptico.

Esas  romerías multitudinarias  organizadas  con  un orden eufórico, perfecto, el día de las familias , con cientos  de personas que avanzaban enfervorecidas  hacia un altar común erigido en los Pirineos  Los  participantes en esta ceremonia religiosa tenían el corazón inflamado por un fervor místico bajo la poderosa energía magnética que despide la masa.

 Después de tener la gloria de esas horas  en la mano, lógicamente la fiesta terminó, se plegaron las pancartas  y cada uno hubo de volver a casa. Allí el portal sigue oliendo a colliflor hervida como ayer. Los contenedores de basura de la esquina son rebuscados por  los mendigos  de siempre. Sin duda la gente común se acostó en la cama  donde el tedio se unía cada noche a un insomnio lleno de sueños rotos y tuvo que levantarse al amanecer para ir al trabajo, tomar el autobús o el tren de cercanías, cruzarse con las caras de viajeros anodinos cargados con los problemas de siempre, la crisis, el paro, los hijos, la vida de cada día , de todos los días.

Ahora había que meter de nuevo el pulpo en la pecera, una labor muy ardua.

 La masa es algo anónimo , que nos iguala a todos. Allí no hay nombres y apellidos, y yo ahora necesito que me nombren. Me identifico con las parábolas de la Misericordia , que alguien  tituló con el feliz término de "Las parábolas del  uno": un hijo pródigo  que regresa a casa, una oveja descarriada, un dracma perdido...

Quiero estar solo. 

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Como  veréis  en el contador  del  blog ,  estamos en   803.580  páginas  vistas.  ¡Gracias  a   todos!. Alcanzaremos  el  millón   con  una  buena  quedada.  

1 comentario:

  1. Esto me recuerda cuando se cruzan dos peces jóvenes con otro más viejo que les dice Qué bien está el agua!!! Y uno de los jovenes le pregunta al otro: oye ¿qué es el agua?

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