miércoles, 14 de junio de 2017

UN SÓLO CORAZÓN

Desde  la habitación escuchaba  una tormenta pavorosa . Los rayos  iluminaban la  noche . Durante  la tarde cúmulos redondos, grises acerados , resplandecientes como plata, se amontonaban  y pronto se hicieron viento    en un avance gigantesco. 

De la  masa de nubes brotan fugaces los relámpagos y un sordo rumor les acompaña, como si a un tiempo corriesen y disparasen los cañones  de una potente artillería. La noche viene de  tormenta y granizo.

El perro  del vecino de arriba está asustado. Gime y aúlla. Fueron  aquellos  aullidos   los  que  me pusieron en contacto  con el terror  de  la naturaleza: todo el cielo iluminado  por el aparato eléctrico entraba  por la ventana , y una pequeña víscera de un perro  temblaba. Imaginé  sobrecogidos a  todos  los animales en sus madrigueras, los jabalíes de la Collserola, los gatos debajo de los coches.

Pensé  que  no  dormiría  en toda  la tierra ningún caballo, ningún  pájaro , ninguna alimaña. En las horas que  ha durado esta  tormenta  las vísceras de  todos  los animales estaban unidas y ellas  junto  con  mis  propias  entrañas  formaban  un sólo  latido   que no era  distinto al  de  ese perro asustado.

Esa fue  la experiencia  que  tuve  escuchando  la tormenta. 

Después  he pensado  que  hay otras  tormentas , de otra índole, espirituales, materiales, personales   o colectivas, que también nos unen a  todos, si   lo sabemos ver, en  el latido  de  una sola víscera. 

Sí, es  la comunión de  los santos, que se nombra de muchas maneras  en todas las religiones  y creencias  . En ese  corazón común  casi  no se siente  miedo.


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ESPACIO RADICAL: Y LA VIDA SIGUE.

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