viernes, 2 de junio de 2017

EL COLEGIO DEL SALVADOR

Desde  los  8  años hasta  los 16 , fui  educado  en los  jesuitas.  A su  vez  mi padre  fue  educado  en  los jesuitas. Y un jesuita  Mendive, hermano  de  mi abuelo, fue profesor  en la  Gregoriana de Roma. Y el padre Recondo, primo de  mi abuelo, fue  provincial de los jesuitas en Navarra.

Los jesuitas  de entonces eran  curas  de  sotana y  faja, mandones, olímpicos, muy deportistas,  que  soltaban  unas usties  como panes.  Su  pedagogía era competitiva. Existían los "príncipes"  del  colegio. Se  premiaban con  sellos de "eminencia", "mérito"  y "distinción".Y se castigaba  con  rayas  rojas  en el  boletín de notas. Las  tardes de estudio  los sábados de  4 a  6  eran  un clásico  al que  algunos estábamos abonados por temporada.

Todos  teníamos  un carguillo, que entonces  se  llamaban  "dignidades": edil de filas,  edil  de estudios, edil de gimnasia. Incluso  , creo recordar, existían  los  "brigadieres". La  delación  se  fomentaba. Cuando  se ausentaba el profesor  pedía a  un alumno  responsable  que  apuntara  en la  pizarra  a  los  que se  portaban mal. Por supuesto, el  muy  hijo de puta, siempre  anotaba  a  los  mismos.

Yo  llegué a ser el chófer y dueño de  un imaginario autobús  de  golfos que el padre perfecto  nombró  como "el autobús de Mendive".

La proclamación de dignidades a los alumnos era uno de los espectáculos más solemnes del curso. El padre prefecto de turno,que  acostumbraba  ser  un cabronazo de  tomo  y lomo, iniciaba el acto con esta entrada: "A mayor gloria de Dios, honor de la virtud, esplendor de las letras y de las ciencias, galardón y estímulo de los alumnos del Colegio del Salvador, se proclaman los nombres de los que por su ejemplar conducta y aplicación constante se han hecho dignos de honorífica mención".

A continuación, los recién nombrados subían al estrado para recibir el emblema de su dignidad respectiva  en forma de diploma y banda 

Claro  uno, que no  ha  tenido  ni un triste  sello de  nada , como  no  vas  a  salir  un bicho  ante  tanta  gilipollez. 

Una  educación  clasista. Los  curas  diferenciaban muy bien  a  las  familias "  De Salas- Murillo" ( "¡dele  recuerdos a  su padre! ", del pobre  Poyales.

- ¡Poyales!, ¡ a  ver si cae del burro!, - le gritaba  el hermano Babil  al pobre  desgraciado, mientras  le hacía  el  molinete  en la patilla.

Allí  aprendí a  tirar  la  piedra  y  esconder  la mano. 

- ¿Quién  ha  sido?-  aullaba  el padre  Pérez.

Y como  no salía  nadie    castigaban a  toda  la  clase  a  una  hora más  de  estudio. Valiente  castigo ese  de  "estudiar una  hora  más"  .

Allí  lo  único  importante era el negocio de  la salvación del alma.  Y  así se  le  llamaba " negocio".

Salí  muy tocado de  esa  formación. Viendo  una  película  me  preguntaba si  esos indios  que  morían  en las  praderas irían al infierno, o si   Gary Cooper  que espichaba  después de  haber besado a  la chica  se  condenaría  por no haber confesado, el muy  guarro.

Morir  bien era  decisivo. Se  contaban  anécdotas de  chicos  majísimos  que  habían muerto  después  de  una caída.

- No se  me  olvida- contaba el sacerdote- aquellos  tres chicos  que venían  de  una  fiesta  saltándose  el precepto  dominical  y  fallecieron en un accidente  de tráfico...¡¡¡ LOS  TRES ESTABAN EN PECADO MORTAL!!! 

Acojonaba mucho eso de  morir en pecado mortal.

Uno  mismo, en medio  de  una tentación, ya cayendo en el pecado mortal  de  bruces , rezaba: "¡por favor, Señor, no me mates!".Así  no había  manera  de disfrutar, coño. Era  un tormento.

Pero  siempre te  podías salvar. Había  truco. Te  avisaban: " un ligero parpadeo, un gesto  imperceptible  de  la mano  suplicando perdón a  Dios, podían salvarte. ¡Menos mal!. Esa  fue  la  fórmula a  la  que me apunté  en los peores  de  mis pecados.  Al final el  que no caía  en los terribles  escrúpulos, se  la nefregaba en el  laxismo. Yo era  de esos.

Los  jesuitas dejaron  una  impronta  algo  turbia  en  mi conciencia. Eran fatuos, engreídos, maquiavélicos. Y unos  artistas en eso de epatar. Aquellos  efectistas  ejercicios  espirituales : media hora  explicando  detenidamente, con sonidos  onomatopéyicos,   como  iban clavando a  Jesús  en la Cruz. Con el tiempo  descubres  que  todo eso es  un montaje, un camelo. Pero funcionaba. El resultado eran colas para  confesarse  de asesinar a  Jesús. 

Yo  por  lo menos  me  acusé, y  con un dolor  que ahora  me enternece, de "haber  crucificado al Señor". Con un par.

Así  se  formó el  caldo de cultivo  de mi conciencia.Una  yogurtera  , un carajal, un  despropósito, un  desvarío.

Pero si nefasta era  esa  educación , nefandas eran esas  familias, y  esos educandos. Procedíamos  de  una clase  social sin imaginación , sin inquietud. Una  burguesía  lanar, entontecida, sin aristas, acomodaticia. Como en los trenes, los vagones  de  cada  familia  llevaban un cartel  anunciando "prohibido asomarse al exterior". Y, ya  se  sabe, el ser  humano  sólo se  realiza cuando  comienza a  asomarse  al exterior.

Pero ese es  otro  tema...




--------------------------------------------------------
ESPACIO RADICAL LIBRE: DESTIERRO

2 comentarios:

  1. http://elpais.com/elpais/2016/10/10/mamas_papas/1476097766_326006.html?rel=mas
    Oye, o te han plagiado una entrada o la has plagiado tú...esto lo he leído yo en el barullo

    ResponderEliminar