lunes, 13 de marzo de 2017

UN PEQUEÑO MILAGRO.

Camino  solo  hasta  la ermita  de nuestra señora de  la  Pertusa. 

La  vista  es  de  una belleza sobrecogedora.  No sé  por  qué, entré en un estado  interior  de  una intensidad muy densa que  me resulta  difícil de explicar.

Sucede  con  frecuencia  que  las  cosas vulgares, las  teñidas de  miseria humana y  de  tontería, pueden  parecer bellas  a  los  que  las  protagonizan , pero sólo  en la  medida   y  durante  el tiempo  en  que la  viven.

Nos  ha  pasado a  todos. 

A  los  extraños  nos  deja  indiferentes. Y  cuando  ha  pasado  el  fuego  de esa relación, también a los  que  las  han vivido. Se  les  pasó  el  entusiasmo  y no queda  nada.

Esta  mañana  , viví y  contemplé esa belleza  como  un  milagro. ¿Qué  me  sucedió?:

De repente me  sobrevino  unos recuerdos que no estaban  ligados por interés alguno, ni de  placer, ni orgullo, ni  de  rencor, ni vanidad, ni remordimiento.. . Sentado en el abismo, frente a  ese  Congosto, y con el pantano a  mis pies, fueron pasando una a   una, mi padre, Manuela, algunas personas  que amé - ¡para  qué  decir nombres!-  unas  muertas  y  otras vivas. Todas a  muchísima distancia de donde  me encontraba. Algunas en México, o en San Antonio...

Cada  una  de  ellas   seguían  vertiendo  en mi corazón la  misma  plenitud y alegría, y las  sentía  presentes  y  vivas. Seguían  estando en el  fondo  de  mi ser a pesar de la distancia y de la ausencia infinita. 

Esa síntesis entre distancia e intimidad es maravillosa. Es  el  pequeño  milagro que  me  sucedió  ayer  en la Ermita de Nuestra   Señora de  Pertusa.




2 comentarios: