Dormitaba en el tren aprovechando la
hora del mediodía, caí en un estado de semi inconsciencia, algo muy
vegetativo que he llegado a alcanzar por la costumbre. No hace falta
estar en esas horas de xafugó. Lo puedo conseguir cuando quiera.
A veces he pensado que un día, en una
situación parecida, diré “me voy a morir”, y, pimba, me moriré
durmiendo, o dormido. Pero por mi voluntad.
En esa sinrazón, escuché la
conversación de un tipo hablando por el móvil detrás de mi. Tenía
la impresión de estar muy lejos, como espiando confidencias
controladas vía satelite. No terminaba de despertar, pero no perdía
ripio de la charla...
En ningún momento pude deducir si era
hombre o mujer la persona con la que hablaba.
En resumen, estaban en desacuerdo en
los motivos fundamentales de sus vidas, que es el que produce casi
siempre mayor falta de estimación entre las personas cuando
pasa el tiempo. Ya sea ésta el amor, la política,
la religión, o una empresa en común.
Nuestro hombre, alto, un galán de pelo
blanco de ala de paloma, perfectamente trajeado, se mostraba un tipo
perspicaz e intuitivo. Y se quejaba a su interlocutor de que le veía
desarrollar ,mientras hablaba con él, o con
ella, como un persona que despliega un plano y va dándole cuenta de
la geografía de un país que no ha pisado.
“Los dos somos ambiciosos”, decía,
“pero tú te mueves más por motivos ideológicos, por la cabeza , que yo”.
“Tú tienes una noción central e inamovible de nuestro empeño,
quizá no muy elevada, pero la noto, y no me gusta. Es
demasiada fría, como un deber, como un raíl del que ya no se puede
salir sin que se descarrile”
“En cambio, yo no soy así. Te lo he
tratado de explicar mil veces. Yo soy como soy por odios, por
simpatías, por intuiciones; tú lo eres por
conceptos. Yo siempre fui lo que soy, temerario, me tiro a la piscina
antes de saber si hay agua , por fuerza, por agilidad espiritual, por un algo adolescente,
es la ley de gravedad de mi planeta, que es muy ligera”.
“Tú actúas dejándote llevar por
la necesidad, por convicción. Eres capaz del sacrificio por la idea; yo soy capaz
del sacrificio por la aventura....¿qué aventura me propones?”
“ Tengo una resistencia física
grande, nunca estuve enfermo, y Dios me ha dado una salud que me
permite vivir con este carácter. Tú no eres como yo, por esa razón
no puedes acompañarme. Nos hemos hecho mayores y te importa mucho seguir como estás, durar".
“Yo he dado la vida por una bagatela,
por amor al peligro; tú sólo por una cosa trascendental.
Soy así por instinto, por contextura
psicológica. Tú, por reflexión. Lo que para mi era fácil, para ti significaba
un esfuerzo”.
Todo en esa conversación me sonaba
familiar. Yo mismo había mantenido alguna en ese mismo sentido, con
otros compañeros de viaje que abandoné en una estación para seguir
andando mi camino.
Entendía bien a aquel hombre que no
quería vías de tren en su vida.
Si cada individuo, como suponen algunos
observadores, en vez de ser un yo, es un conjunto de yos oscuros y embrionarios, lo que
hacía ese hombre lo hacía con todos los posibles hombres de su
alma; en cambio, lo que hacía “el otr@” ,
lo hacía por el esfuerzo y la victoria personal sobre los demás.
O así lo interpreté.
Para mi, y puedo estar equivocado, esa
otra persona podrá ser un héroe incompleto en esta guerra que es
la vida. Y nuestro hombre es un aventurero perfecto. Ahora... la
perfección tiende a desdeñar la imperfección: al
colgar, el pasajero del AVE desdeñó al otr@; y el otr@, en cambio, sentiría una mezcla de desprecio y de temor por ese
“hermano”, “esposo”, “socio”, que se le escapaba.
“Este es un aventurero peligroso,
capaz de todo, un adolescente inmaduro: Este es un hombre inmoral”, se diría.
------------------------