Se llama «zona azul» a aquel lugar donde se vive mucho más que en el resto del mundo. Y parece que allí se dan unas condiciones que facilitan esa vida. Hay lugares de Japón que son ideales para vivir así . En el rural gallego también se da. Aquí hay personas muy ancianas y de una vitalidad asombrosa.
Se hizo una encuesta en Japón y se les preguntó : «¿Qué es lo que te impulsa cada día para levantarse de la cama?», «¿Por qué tiene tantas ganas de vivir?». Y una de las palabras que más surgió en estas entrevistas era: «Yo tengo mi Ikigai», y el «Ikigai», que está formado por dos términos japoneses que «iki» es vida y «gai» es merecer la pena, de manera literal significa: una vida que merezca la pena.
El «Ikigai» es aquello que da un sentido a nuestra vida, básicamente. Hay personas que nacen prácticamente con el «Ikigai» y que de muy pequeños te dirán: «Yo quiero ser médico», «Yo quiero ser sacerdote», y lo acaban haciendo. Conozco un cura que de pequeño jugaba a decir misa, soñaba con ser misionero, predicaba a masas invisibles... y hoy es sacerdote.
Lo normal en el «Ikigai» es que sea un proceso de búsqueda y un proceso en el cual puedes tener más de uno a lo largo de la vida. Tú puedes tener un «Ikigai» hasta los dieciocho años y, de repente, entras en la universidad y te iluminas y ves que es otra cosa donde el mundo te necesita. El «Ikigai» básicamente sería esa pasión, ese talento que tú descubres dentro de ti, que es útil al mundo y que puede ser el motor de tu vida. Y en muchas personas acaba siendo incluso su profesión.
Una vez estaba en un Restaurante muy conocido de Valladolid y vino a nuestra mesa a saludar el propietario/mesonero/cocinero gordo , con gorro alto chulo , con muchos pliegues. Allí nos contó cómo descubrió su vocación. La historia fue , más o menos, como sigue:
- Yo trabajaba en un barco pesquero en alta mar. Era un joven marinero. Un día tuvimos una tormenta feroz, el barco iba a la deriva y no podíamos hacer nada para controlarlo. Y, de repente, una ola me alcanza y me tira por la borda. Era de noche. No se veía nada. Llovía con una fuerza y veía el barco que se alejaba. Y entonces gritè: ¡¡¡ VIRGEN DEL PILAR, SI ME SACAS DE ÉSTA TE PROMETO QUE DEDICARÉ MI VIDA A SERVIR A LOS DEMÁS!!! Entonces, de una manera imprevisible, otra ola me alcanzó y volvió a meterme en el barco ...y mirándonos a todos sentenció : " y al llegar a puerto, abrí este restaurante".
A mi aquello me pareció una boutade, pero aseguran que fue así. Era su «Ikigai».